• Mi pequeño niño grande, gracias!




Hace 4 años naciste y no has dejado de darme lecciones. Hoy me quito el sombrero ante ti y reconozco tu maravillosa manera de gozar la vida, de enfrentar los retos con alegría, de caminar con toda la seguridad del mundo por esta vida y de superar los obstáculos con esa sonrisa que ilumina mi universo.

Hace dos meses y medio te cambiamos de escuela y al saber que en el nuevo cole se iban de campamento tu papá y yo nos alegramos mucho y pensamos que serías el más feliz.

Al principio fue duro y el cambio de cayó de peso, extrañabas la vieja escuela y sobre todo a tus viejos amigos, no obstante salías contento cada día y me presumías tus actividades. Fue cosa de unas semanas para que disfrutaras tu nuevo espacio y la alegría volvió a tu rostro.

El campamento era nuestro tema noche y día, una noche mientras te ponía la pijama me dijiste “Te voy a extrañar mucho cuando me vaya de campamento” yo te respondí que no me extrañaras, que disfrutaras las actividades, que gozaras estar en el campo, la fogata, los bombones y entonces de pronto te volteaste con carita triste y me dijiste “entonces tú no me vas a extrañar?”, sentí que se me doblaban las piernas.

Cómo decirte que claro que te iba a extrañar, sin preocuparte, sin que te sintieras mal por mi, cómo decirte que no quería que sufrieras por mi, agarré tu carita entre mis manos y ahogando mis lagrimas en la garganta te dije “claro que te voy a extrañar, pero cuando te extrañe más voy a pensar que tú lo estas pasando súper” entonces de pronto tu carita se iluminó y gritaste “ya sé!, cuando me extrañes puedes ver una foto mía y así ya no me extrañas”, en ese momento supe que estarías bien.

Poco a poco el campamento se acercaba y todos nos emocionábamos con el tema, pero cuando ya se volvía una realidad más cercana las emociones nos brotaron a todos y hasta nos pusimos malitos de nuestra salud.

De hecho las dos semanas de preparación al campamento te las perdiste por enfermedad, primero de la garganta y luego del oído. Justo una semana antes volviste al cole y yo estaba muy preocupada de que recayeras o de que te sintieras relegado.

Afortunadamente no fue así, al contrario, llegaste a tiempo para pintar la playera, gorra y morral del color que los identificaría como grupo. Esa semana creciste, cada día te veía más seguro, más sereno.

Mis amigas me decían “qué valiente, yo no podría” y yo pensaba “yo no soy valiente, tengo arrugado el corazón, por qué estoy tan tranquila entonces” la respuesta eras tú.

Sí mi pequeño niño grande, tu seguridad era la mía y te confieso que me robé una pizca de tu emoción, otra más de tu entusiasmo y una muy grande de la confianza en ti mismo para mantenerme en pie.

Una tarde ya casi obscurecía, apareció la luna, la viste y comenzaste a cantar “luna, lunera, cascabelera…” yo te comenté que quizás en el campamento la podrías ver mejor así como las estrellas, te quedaste callado un minuto y me dijiste “cuando vea la luna voy a pensar en ti”, afortunadamente íbamos caminando y no pudiste ver cómo se me llenaron los ojos de agua. TE abracé a mi cadera, te di un beso en la cabeza y te dije “nuestra luna, lunera te cuidará por mi en el campamento”, volteaste a verme , sonreíste y me dijiste “eres la mejor mamá del mundo” pero sabes mi niño? en realidad lo que sucede es que tú eres el mejor hijo del mundo mundial y lo haces todo más fácil.

El entusiasmo se volvió desasosiego y sentía vacío en la barriga cada vez que hablábamos sobre los miedos, la leche por las noches, el extrañamiento, pero yo te escuchaba y te veía  tranquilo y confiado.

Finalmente logramos tener todo listo, saco de dormir, objetos personales, etiquetas de ropa y maleta.

El día había llegado, fue sorprendente ver cómo te levantaste en un movimiento cuando me acerqué a tu cama y dije “día de campamento”. Sin quejas no lamentos te sentaste, me sonreíste y pediste una lechita.

Papá y yo estábamos casi listos. Tú cooperaste con todo a pesar de ser casi de madrugada, te vestiste rápido, te lavaste los dientes con gusto y cuando tu abuela Hanna llamó sonreíste de alegría, pude ver un brillo de seguridad en tus ojos cuando ella te dijo “buen viaje, te veo cuando regreses”, asentiste con la cara, le mandaste un beso y te pusiste los zapatos.

Con el tiempo muy justo salimos los 4 de la casa tumbo al cole. Yo nuevamente comencé a sentir ese cosquilleo en mi barriga, pero tú una vez más te veías a sereno y seguro con la gran aventura que nos ocurriría a todos.

Logramos cruzar el panal de papás afuera de la escuela, papá ubicó el camión que te correspondía para meter tu maleta y yo dejé tus medicinas en caso de alguna complicación respiratoria.

Nos tomamos las fotos de despedida y te acompñamos a la entrada de la escuela, ahí nos despedimos, papá te abrazó fuerte, te beso y te dijo cuánto te ama, yo no pude hablar, te abracé, te besé y así sin mirar atrás entraste con paso firme a unirte a tus compañeros, fue la primera vez que deje salir las lágrimas.

Minutos después nos pidieron hacer una valla entre el cole y los camiones, entonces salió un grupo de pequeños, después salió el tuyo, los papás aplaudían, yo no pude con eso y comencé a tomar fotos para no chillar, obvio todas salieron borrosas.

Agarrados de la mano y de dos en dos, llegaron a la puerta del camión, ahí se detuvieron y yo aproveché para acercarme y tomarte más fotos. Estabas muy atento y de pronto volteaste, sonreíste y nos dijiste adiós con la mano, la mejor yo obtuve la mejor foto.

Mientras comenzaban a avanzar esperaste tu turno, no titubeaste, ni una sombra de duda o de miedo había en ti. Cuando llegó el momento avanzaste sin mirar atrás y con paso firme.

Entonces corrimos al otro lado del camión toda una ola de padres para ver a nuestros pequeños, ahí en una ventanita apareciste, cuando nos ubicaste entre la multitud sonreíste y yo sentí que el alma se me iba. Agitabas tu manita y de pronto levantaste tu dedito gordo, nuestra señal familiar de “todo bien” y entonces abriste tus dos dedos en forma de “V”, por qué? No lo sé.

El camión encendió motores y arrancó, por primera vez sentí que el aire me faltaba, te imaginé sonriendo sentado en tu lugar y me calme.

Hoy faltan algunas horas para que vuelvas y desde el campamento nos reportan buenas noticias y que nos vemos a las 8 en tu escuela para recibirnos.

Muero de ganas por escucharte, nos esperan horas de plática, me urge conocer todas tus anécdotas y saber cómo te fue en esta tu primer aventura sin papás ni familia.

Y ni las fotos, ni tu cuarto ni tus juguetes fueron suficientes, te extraño a montones y muero por abrazarte.

Y sí mi pequeño niño grande es tu victoria. Gracias por esta lección, gracias por ser mi guía y mi luz, gracias por ser mi fuente de seguridad y tranquilidad.

Y gracias por hacerme sentir tan pero tan orgullosa de ser tu madre.

Te ama, mamá.

3 comentarios:

  1. Consu, que hermosa carta, me robaste muchas lagrimas y también algunas sonrisas. Me imaginé perfecto el momento y me emocioné! Tengo poco tiempo de conocerlos, pero Mat, desde el primer día, despertó algo en mí, le tengo un cariño muy especial, una especie de admiración que va creciendo con cada anécdota que cuentas de él, cada foto que compartes y cada vez que lo veo. Ea un gran niño, muy especial, pero, sin duda, lo es porque tiene una gran mamá, una mujer muy especial también, entregada y que ha sabido guiarlo y darle las herramientas necesarias para que sea un gran pequeño hombrecito.
    Los quiero mucho! Y me emociona pensar que, con suerte y tiempo a favor, podré verlo convertido en todo un hombre, un GRAN hombre.

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  2. Oh por Dios!! Si yo estoy chillando cual vil Magdalena en la descripción, ni imaginar cuántas emociones has sentido en todo este proceso!! Felicidades a toda la familia!! Pero sobre todo a la mamá, quien sin duda, ha hecho y sigue haciendo una labor admirable!!

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  3. Muchas gracias por leer! Muchas gracias por acompañarme en este proceso tan aleccionador! Consu, lo que dices de mi niño me conmueve y te lo agradezco infinitamente y claro que lo verás crecer, de eso estoy segura! Ethel, gracias por las porras!!!
    Besos

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