• Una siestecita

El día ha terminado y como todos ha sido agotador. Esa sin duda es una característica de la maternidad cuando es ejercida las 24 horas. Qué hace diferente un día de otro con un bebe de un año? Hay millones de detallitos que hace de cada día algo singular, pero lo que hoy me ocupa es la siesta. Tomarla o no tomarla, esa es la cuestión.

M es un niño, diría normal, por el momento ha suspendido la guardería y pasa todo el día en casa, lugar donde tiene espacio más que suficiente para jugar, gatear, usar la andadera y llegar desde su habitación hasta el mero fondo de la cocina. Hace sus alimentos a la misma hora y cuando el clima lo permite sale a dar un paseo por el parque. M es un bebe, tranquilo que cuando sus necesidades básicas están cubiertas lo pasa de lo mejor, se adapata, se divierte, investiga nuevos juegos y deambula por la casa sin mayores problemas y cada día descubre cosas, objetos, lugares nuevos, pero no todo es apto para él, lo que en general no es un problema, porque si algo no puede se voltea y piensa qué otra cosa puede hacer.

Así es en general M y como dije anteriormente "cuando sus necesidades están cubiertas". Hoy no se cubrió una de ellas LA SIESTA. Cómo un bebe dulce, amable, relajado, juguetón, incluso obediente si así se le debe llamar, puede transformarse en un verdado niñito llorón, voluntarioso, rebelde y berrinchudo!!!! Eso es impresionante. En un primer paseo que más bien se trataba de hacer las compras, M se quedó dormido en su carriola, una vez en casa despertó y luego de unos minutos que se tomó para reaccionar comenzó la guerra de baja intensidad entres su deseos y sus necesidades. La comida fue algo ligeramente complicado y aunque se moría de sueño se negaba a dormir por la tarde.

Ni el sol que calentaba la cama, ni los brazos de mama ni las ocho onzas de leche fueron motivo suficiente para dormir, pero sí para crispárnos los nervios pues el bebito nomás no se hallaba, despues de una auténtica lucha cuerpo a cuerpo opté por salir a dar otro paseo, ahora sí al parque. Mis deseos no fueron cumplidos M ni siquiera pestañeó. Un par de vueltas, un helado para la mamá y ver niños correr en los juegos volvimos a casa.

Mi último intento: ponernos a bailar. Contrario a experiencias anteriores en que la música lo relaja y se duerme, acabó por despabilarse, reir a carcajadas, gateando y moviendo el traserito al ritmo del soundtrack de Chicago (la peli) y tirado encima de su madre, o sea yo, que se encontraba acostada en el suelo.

Afortunadamente para entonces ya comenzaba a llegar la noche y era hora del baño. 35 minutos en la tina con agua de lechuga y el bebito todavía tenía energía para pelear que no le pusieran el pañal ni la piyama y llorar por sacarlo de su habitación para cenar, eso sí ni una sola lágrima le corrio por sus coloreadas mejillas.

POr supuesto el agua, la lucha corporal y el llanto, ahora sí, lo habían dejado agotado. Cenó con los ojos cerrados y en menos de 20 minutos dormía plácidamente en su silla. El traslado a la cuna fue sin contratiempos y mientras caminaba por el largo pasillo hacia su habitación mire su cara que lucía un rostro angélical, de paz y tranquilidad absoluta. Quise comerlo a besos y pensé: todo por una siestecita.

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