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Las malas influencias
- Author: Pamiparras
- Date: 26 de mayo de 2009
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Lo supimos cinco días antes y lo anunciamos con bombo y platillo a familiares y amigos. Los ojos de los más cercanos estaban atentos al Gran Día.
Durante los días previos corrieron comentarios, anécdotas y emociones de lo que se siente cuando los retoños van a la escuela el Primer Día.
G y Yo, frescos como lechugas. Nuestra actitud de "esos genes cursis no están en nosotros" era más un esfuerzo por mantenernos ecuánimes, que una realidad.
Así llegamos al domingo, un día que en un arranque de honestidad G dijo "sí estoy nervioso por el Primer Día de M en el cole". Yo, como si casi no llorara por nada, pregunté con cara de sorprendida ¿en serio, por? Acto seguido busque un pretexto para ir a la cocina y entonces sucedió: comenzó como un ligero cosquilleo que termino en un vacío en la boca del estómago y de pronto mientras esperaba que el micro terminara de calentar mi café, senti el escalofrío previo a las lagrimas. Tantos años de entranamiento me ayudaron para evitar que el agua se desparramara por mis mejillas y cambié el tema en mis pensamientos.
El fin de semana terminó como si nada de este tema estuviera en el ambiente. Todos eramos cursimente fuertes y nos mostrabamos más emocionados que nerviosos. Una noche antes ocupé mis pensamientos en planear la ropa y la muda que llevaría M en su Primer Día.
Desvelados y desmañanados los tres, nos levantamos, nos bañamos y salimos corriendo ya con un poco de retraso.
Por supuesto y como mandan las reglas de los papás modernovanguardistascool unos días antes le estuvimos diciendo a M que iba ir al Cole y que iba a jugar con nenos y nenas. Así que el niño salió de casa con mucho entusiasmo, considerando además de que fue despertado a altas hora de la mañana, cambiado de pañal, de ropa y subido al run run de papá muuuy temprano!
Tarde pero llegamos a la escuela con todas esas emociones y muy atentos G y Yo de cuánto llanto pensabamos soltar al ver a nuestro retoño llorar camino a su salón de clases: No hay peor influencia para los hijos que los propios padres!
Pues resultó que G y Yo nos quedamos con la frustración de la típica de escena de comercial de jamón...
El pequeño retoño nos dio una lección de independencia y seguridad que sonó como un portazo en las narices.
Bien por él, bien por nosotros. Ahora al responsabilidad es mayor: procurar mantener esa seguridad e independencia los próximos 20 años!!!
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Pero fuimos bien fuertotes y tampoco derramamos una sola lágrima, eeeeeh???
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