• Cuando quise ser la mujer maravilla

No fui educada para ser una ama de casa.
No fui instruida para ser una madre abnegada.
No fui enseñada para servir sólo a los demás y olvidarme de mi.

Sin embargo y a pesar de todas las expectativas puestas en mi por los demás y por mi misma que me veían más bien siendo una profesionista y, cuando el periodismo se cruzó en mi vida porque yo no lo busqué, por qué no ser hasta famosa conductora o por lo menos “la periodista”, un día decidí que será la mujer maravilla en persona.

Tal vez porque mi facebook dijo, después de un largo test, que el personaje de cómic que sería yo era ese el de la Mujer Maravilla.

Pero es cierto, la realidad es una y sólo una. Apenas llevo tres días se intentar ser la mujer maravilla y aún no estoy siquiera de resolver la mitad de los problemas que la Wonder Woman resolvía en tan sólo un hora que duraba cada capítulo!

Eso sin contar que la frondosa mujer maravilla (creo que eso es en lo que más me parezco a ella) siempre, de verdad siempre, antes, durante y después de salvar al mundo o por lo menos a su país, lucía impecable: ceja bien depilada y contorneada, chapitas bien rojas, unos labios carmín intenso y una melena negra al viento sedosa y brillosa, cual envidia de comercia de cabello.

En cambio esta novata aspirante a madre perfecta, ama de casa profesional, periodista a prueba de maternidad y matrimonio, mujer moderna e independiente tiene: las manos ajadas como si hubiera arado hectáreas, el barniz de las uñas más carcomido que el de una carcacha, “padrastros” y heridas en los todos dedos, las uñas desiguales, el cabello siempre agarrado con una pinza, mientras que los cabellitos alrededor de la cara salen disparados en todas las direcciones, dos canas nuevas, dolor intenso en los hombros y los labios resecos.

Eso sí unas chapotas producidas más por el calor que genera el cuerpo cuando anda en chinga que por un fino blush, y por supuesto algo del glamour que alguna vez tuve debo de conservar e imité el look short azul y zapato rojo, más bien sandalia pata de gallo en lugar de las súper botas de aquella mujer.

Por fin hoy en la noche, mientras tejía una hermosa bufanda en espera de que mi retoño se durmiera, volví en mí. No sé si fue el dolor de los hombros, las ganas de tirarme a la cama y dormir sin abrir un ojo hasta el día de mañana, las ganas de no tener que pensar en todo lo que aún hay que lavar, levantar y doblar antes de dormir, para que mañana no sea tan pesado o la pregunta de si este súbito deseo mío de ser en verdad todóloga es un gen que traemos las mujeres y tarde o temprano nos asalta sin decir agua va.


Quiero ser una buena madre sí, una buena pareja sí, una buena hija sí, una buena amiga sí, pero lo que más quiero es ser Yo. A secas. Y si en el camino me siguen queriendo, entonces habré sido todo eso.

Sea lo que sea creo que no. No quiero ser la mujer maravilla ni la del cómic ni la de mi casa.

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