• El voto nulo y la maternidad


Faltan aún tres elecciones presidenciables en este país para que M tenga la oportunidad de ejercer su derecho ciudadano de votar por primera vez y con ello tomar la decisión que mejor le parezca para elegir, si es que alguno le convence, a las mujeres y hombres que gobernarán entonces a mi querido México.

El tiempo pasa volando, cierto, pero cierto también es que desde que nació en agosto de 2007 ha vivido bajo los efectos de un Estado mediocre, desigual, machista, inseguro, incapaz y egoísta por citar los más evidentes.

Y esta historia comenzó un poco antes de que él saliera de la panza. Cuando estaba entre el sexto y séptimo mes de gestación, su madre, o sea Yo, fue despedida de su trabajo. Trabajaba en la Cámara de diputados, era parte de la fracción (fracción en toda la extensión de la palabra, apenas cuatro) parlamentaria de un partido en el que creía realmente iba a hacer una diferencia y por el cuál voté en el 2006: Partido Alternativa Socialdemócrata. Con alegría y un entusiasmo desbordado entré al área a la “coordinación de prensa”, cosa que desde el principio se hizo todo mal y al final acabé compartiendo el flamante puesto con otra persona que como yo no tenía nada que ver en los conflictos irreconciliables de un recién nacido partido que aseguraba ser diferente a todos.

Así entre grillas, soberbia, incapacidad política y una frivolidad pasmosa corrieron siete meses y un embarazo. Pronto me di cuenta de que el entusiasmo y una muy presumida autoridad moral no eran suficientes para impulsar leyes y generar condiciones que realmente impactarán en el día a día de las y los mexicanos.

El capital político de una opción fresca construida desde la ciudadanía y la intelectualidad nacional se fue gastando entre la parálisis, la novatez y una guerra sin cuartel que salía de las paredes del Congreso.

Con el bajo y vergonzante pretexto de un embarazo delicado (para entonces había tenido dos amenazas de aborto) generosamente me convinieron a pasar el resto del mismo en casa “para que estés tranquila” y “no te preocupes, vas a seguir recibiendo tu salario. Todo normal. Nada más que una vez que pasen tus tres meses de permiso después del parto ya no te vas a reintegrar a tus labores”. Por supuesto que este despido posfechado no fue anunciado por la persona que me contrató, la coordinadora de esa fracción, Marina Arvizu, quien tuvo la atención y el buen tino de mandar a hacer el trabajo sucio a la mandadera de toda la vida de la ex candidata a la presidencia, la muy respetuosa señora Patricia Mercado, quien por cierto fingió absolutamente demencia ante una mujer despedida en pleno embarazo.

Por supuesto, ejercí mi derecho a tener un embarazo, tranquilo, en paz y por razones que desconozco, recuerdo los últimos meses como los mejores de ese proceso tan intenso y revolucionario que es tener a otro ser humano dentro.

En medio de alegría, armonía y mucho amor M llegó a este mundo unos meses después. Hace poco pensé que pude haber hecho las cosas diferentes, pero eso en todo caso ya no tiene sentido. Lo que sí tiene sentido es el sentido del voto que voy a dar el próximo 5 de julio.

Y con mucha tristeza debo reconocer que los hechos pasados no son la única razón de mi absoluto descontento con los partidos, el sistema político y el Estado que guarda este país.

Unos botones de ejemplo. Ya como madre de M regresé a trabajar a los cuatro meses. Me incorporé a una empresa de medios, misma que no da ninguna garantía a sus trabajadores, salvo los que tienen la fortuna de estar bajo el techo protector del flamante sindicato, y mucho menos a las mujeres que son madres. Así no gozaba de ninguna de las garantías que establece la constitución y las leyes y tratados, etc, etc, a las mujeres y a las madres. Cuando mi salud comenzó a deteriorarse por trabajar entre la noche y la madrugada. Decidí renunciar y buscar otra opción.

Durante algunos meses peregriné por varios trabajos, hasta que unos meses después tomé una decisión que cambió mi vida y la forma de ver el trabajo, decidí volverme periodista independiente, o sea freelance, total si en ningún trabajo me daban ninguna garantía de seguro social, aguinaldo, permiso de maternidad, ahorro para mi vejez y esas cosas que pues casi no son importantes, entonces mejor lanzarme al ruedo solita con mis manos.

Lo hice y a un año de distancia, vaya que lo celebro y sin duda fue lo mejor para mi como periodista y como mujer, sin embargo, como madre las cosas se complicaron un poco, sobre todo cuando comencé a buscar una guardería para el bb.

Si bien soy una madre trabajadora, M no tiene derecho a estar en una guardería del IMSS (con harto prestigio, hasta los terribles sucesos de Sonora) porque su madre no cotiza al Seguro Social. Es decir, que en este Estado Mexicano, los papás son algo así como un cero a la izquierda.
No gozan de permiso de maternidad, es decir, se asume que las mujeres no necesitamos a nuestra pareja o ya deperdís al papá del niño luego de parir. Se asume también que los hombres no quieren estar con sus hijos que recién acaban de conocer y se asume que los nenes no necesitan el cariño y afecto de su padre, porque se ha creado la estúpida idea de que los hijos solo necesitan a la madre, muy conveniente para el Estado.

Además de todo eso, no importa que el papa de M sí cotice al Seguro y que mes a mes le quiten una buena parte de su salario, pues, en pleno siglo XXI subrepticiamente, se asume que para eso tiene una mujer que cuide a los niños.

En resumen, para que un papá pueda inscribir a sus hijos a una guardería del IMSS tiene que ser viudo o divorciado pero eso sí con la patria potestad, sino, NO.

He puesto atención a las campañas y las propuestas y no he escuchado en ningún partido ni candidato alguna propuesta que realmente modifiqué y beneficie mi vida, mi entorno, mi condición de madre trabajadora. Algunos y muchos y todos dicen que van a trabajar por la igualdad o por la justicia y mejor aún por los pobres de este país, es decir por el bien común. Pues que no se supone que eso ya debería estar haciendo el Estado. Eso es obvio porque para eso los elegimos, lo que no veo por ningún lado son los compromisos aterrizados que beneficien el día a día de las mujeres y los hombres comunes y con ello me refiero no sólo a los pobres pobres, a los miserables que no tiene que comer y viven en casa de cartón en todo lo ancho y largo del país. Me refiero también a otros que no somos tan pobres pero que también somos mexicanos, que trabajamos y producimos.

Yo por lo pronto, haré dos cosas importantes esta semana: abriré una cuenta bancaria de ahorro para asegurarle a M los estudios, por lo menos hasta el bachillerato y el próximo domingo iré a las urnas y anularé mis votos.

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