• Con información... ¡Mi segundo embarazo, mi primer parto!


Después de tres años decidimos que no queríamos que Mat creciera solo en este mundo tan rudo, así que fui al doctor para sacarme el DIU y tres meses después brincaba de alegría, nuevamente estaba embarazada.

Desde ese momento decidí que iba a hacer todo diferente. Primero que nada iba a informarme sobre otras formas de parir. Hay muchas cosas que no sé, pero de lo que estaba segurísima es que no iba a dejar que me trataran como si estuviera enferma. Y claro tampoco podía volver a sólo tomar yoga para embarazadas, no era suficiente para mi.

Tenía claro que quería tomar un curso psicoprofiláctico, confieso que no tenía ni idea de qué exactamente era un curso de esos, pero desde siempre había escuchado que había que tomar uno si estabas embarazada.

Me puse a buscar en internet, me aparecieron varias opciones, pero una en particular me vibró, me latió. Llamé inmediatamente, pero no estaban ninguna de las dos encargadas e instructoras. Dejé mis datos y pregunté a qué hora podía volver a llamar.

Para entonces ya le había comentado a Gabo que quería probar un parto natural, quería saber qué se sentía hacerlo así y no que sólo me lo comentaran.

Finalmente logré comunicarme con una encargada, me dio la información, la ubicación y me dijo que ya iban a terminar las sesiones y que en un mes comenzaría de nuevo la curricula del curso, que me esperara u as tres semanas para tomar el curso desde el principio. También me dijo que aparté del curso para las parejas, también daban clases como de ejercicio y de respiraciones independientes del curso y me invitó a tomar una. Asistí y quedé encantada con el trato, la calidez y amabilidad con que me trataban.


Debo decirles que también llamé a otros lugares, pero el primero no sólo me latió, sino que además quedaba frente al entonces trabajo de Gabo y era el más cercano a mi casa de esa época.

Pasaron las tres semanas y entonces comenzaron mis noches de miércoles ¡preferidas!

Descubrí un universo completamente desconocido. Descubrí que mi doctor me había mentido sobre muchas cosas como que si se te rompe la fuente tienes sólo ocho horas para que nazca el bebé, falso.

Descubrí que si vas alimentada e hidratada no tienen porqué ponerte suero cuando llegas al hospital.
Descubrí que el trabajo de parto tiene varias etapas y que no es necesario salir corriendo al menor dolor, aun cuando ya sea tu fecha de parto.
Descubrí que un trabajo de parto puede durar más de doce horas.
Descubrí que algunas molestias o peligros en el embarazo pueden ser causadas por alguna infección en las vías urinarias y que con analistas era muy fácil saberlo, ah pero mi doctor me mandaba siempre lo mismo y unos días de reposo ante cualquier molestia. Esos medicamentos son sólo para detener contracciones y bajar la presión, no para infecciones.
Descubrí que si tomas un baño de agua tibia y te metes a una tina puedes aliviar las molestias de las contracciones.

Descubrí que podía exigir que me dieran a mi bebé recién salida de mi, incluso si fuera cesárea también podía exigir el contacto inmediato.

Así cada miércoles descubría un montón de cosas que me fuero y me siguen siendo útiles en el parto y ahora en la crianza.

Sólo tenía un miedo, rajarme en el último momento. Mi umbral del dolor de bajísimo y aunque resisto mucho, también me quejo y me retuerzo mucho.

El curso seguía cada semana y mis dudas acerca de mi doctor aumentaban en lugar de disminuir. Dudaba ya de todo lo que me decía. Aunque no tenía una clara intención de parir en el agua, le pregunté  si me atendería igual en un parto en agua. Nos dijo que a él no le gustan los partos en agua y que podía estar pendiente, pero que no se hacía responsable.

No me pregunten por qué, pero en ese momento sólo pensé "me la va aplicar de nuevo y va acabar siendo cesárea". Al salir de la consulta,  le dije a Gabo lo que sentía y que pensaba que era necesario cambiar de doctor. Él insistió un tiempo en darle el beneficio de la duda, al final era un buen ginecólogo y ya nos había atendido con Mat.

Así pasaron unos meses, y cada semana al salir el curso yo reforzaba mi idea de cambiar de doctor, pues en el curso  descubrí  que hay procedimientos que te van llevando a que todo terminé en cesárea.

El acabose fue cuando, en el curso, hablaron del uso de la oxitocina para inducir el parto, en ese momento me di cuenta de que en el parto anterior me pusieron demasiada oxitocina y claro que a la hora el chamaco pateaba por salir, yo sin dilatar y pues obvio, me tenían que hacer cesárea porque ya había cambios en el ritmo cardíaco del bebé. Eso no me volvería a pasar.

Después de ese clase tocó cita de nuevo con el ginecólogo y le dije que no iba a querer anestesia a lo que él solo sonrió y me dijo "la vas a pedir a grito, pero sí como quieras, ahí vemos", o sea me dio el avión, literal.

Y por si fuera poco me mando unas inyecciones para "reforzar los pulmones del bebé por cualquier cosa".

No soy de esas personas que gustan de tomar medicamentos como sí fueran dulces, de hecho casi no tomo medicina alópata, salvo en casos muy concretos, por eso pregunté a las instructoras del curso si era indispensable ponerme las inyecciones y ahí otro gran descubrimiento, las famosas rutinas médicas y hospitalarias que ya sin considerar nada te hace tomar y poner mil cosas.

Ese fue el momento en que Gabriel se convenció de que si seguíamos con ese doctor, las cosas iban a terminar igual. Desde antes había yo pedido opciones de doctores pro parto natural, pues cada vez más pensaba esa frase "si quieres resultados diferentes, haz las cosas diferente", ergo, no podía seguir con un doctor que tenía un índice altísimo de cesáreas en su haber.

Según la fecha de parto falta casi dos meses para que naciera la criatura, así que dije "ahora o nunca" y llamé al primer doctor en mi lista de opciones, concertamos una cita y acudimos emocionados.

Ni bien cruzamos la puerta yo me sentía súper cómoda con ese hombre  cálido, sonriente, amable y sobre todo, que me daba la tranquilidad de estar en la misma sintonía sobre cómo quería que naciera mi segunda criatura.

Ya ni siquiera buscamos otra opción médica, Hugo nos dio las certezas que necesitábamos y la química indispensable para transitar ese momento tan importante.

Hugo sólo me mandó a hacer unos análisis de sangre y un ultrasonido.  Todo resultó bien y por las fechas comenzamos a vernos cada 15 días.
Sólo una cosa me advirtió Hugo, "tienes una cesárea previa, existe la posibilidad de que en el trabajo de parto pueda desgarrarse la cicatriz, en ese caso, sin preguntarte hago una cesárea, por ti y por el bebé". La verdad es que eso no me preocupó, sabía que si al final tenía que ser cesárea sería por verdaderas razones médicas y no sólo por la comodidad del médico.

Las cosas sucedieron casi un mes antes, comencé con contracciones un día antes de mi revisión, Hugo me mandó reposo y una pastilla, al día siguiente me revisó y me dijo "ya está de cabeza, ya está volteada y traes 3 de dilatación. Esta niña ya quiere salir, así que la próxima vez que tengas contracciones te vas al hospital".

Sentí una emoción inmensa, salí temblorosa del consultorio y entonces Gabo me comentó "Hugo me dijo, nos vemos en unas horas", sentí un hueco en el estómago.

Fuimos a recoger a Mat, explicamos que el nacimiento era inminente y nos fuimos a casa.

Para entonces ya sentía contracciones fuertes pero espaciadas, por las fechas adelantadas yo no tenía nada preparado, ni maleta ni nada!

Todo sucedió en cosa de 6-7 horas, pedí qu lavaran y secaran la ropa para el hospital, Gabo corrió al súper por gatorade, pañales, un camisón y no sé qué más. Yo en casa hice el playlist y en algún punto me metí a la tina de baño.

Para las 7 pm le llamé a Hugo, le dije que ya sentía fuertes las contracciones, la indicación fue ir al hospital a "revisarme". A las 9 de la noche ya no me pude incorporar y le pedí a Gabriel irnos al hospital.

Hicimos 25 minutos, los más dolorosos de mi vida. Para cuándo llegué al hospital las contracciones eran cada dos minutos y medio!

Junto con Hugo, estaban ahí mis instructoras perinatales, mis ángeles, Mariana y La Güera. Gracias a esas tres personas toda la historia fue diferente, al final sí pedí anestesia, la misma que fue aplicada de manera responsable y respetando mi deseo de un parto natural.

Sentí miedo por tanto dolor, sentí que no iba a poder llegar al final, pero ahí estuvieron siempre tomando mi mano Mariana y La Güera, nunca me soltaron, me decían qué estaba pasando y qué iba a pasar después.

A las dos horas de haber llegado al hospital ya quería pujar, me llevaron corriendo al quirófano y mientras Gabo se ponía en traje de carácter, La Güera tomó mi mano, no me soltó hasta que llegó Gabriel en ese momento Mariana gritó, "ya estás coronando".

Tres pujidos y la niña salió, me la pusieron en el pecho y ahí la secaron y le secaron los mocos y me la dejaron como cinco minutos. Se la llevaron al lado para pesarla y medirla. La envolvieron y se la dieron a su papá.

Yo me sentía perfecta, ya nada me dolía, por el contrario. Me sentía llena de energía y fuerzas. Nada parecido a como me sentí tras el nacimiento de Mat, no había mareos ni temblorinas ni frío ni la sensación de estar enferma.

Confieso que tenía un ligero sentimiento de fracaso por haber pedido la anestesia, pero todos me decían que era lo de menos, que al final había logrado parir.

Yo sé que sin el curso y sin la compañía de Mariana y La Güera no lo habría logrado, sola no. Y por eso les estaré eternamente agradecida, porque me dieron el regalo de parir a mi primer hija, también a la segunda pero ese embarazo se los cuento luego.


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