• Mi hij@ no come



No conozco a una sola mamá que no haya pasado saliva al llegar el momento de “introducir alimentos a la dieta” después de meses de dar sólo leche a sus bebés. En lo particular, me enfrenté a este temor de toda mamá primeriza bastante antes de nacer mi primer hijo. Recuerdo que durante el embarazo recurrentemente me pregunta ¿cómo voy alimentarlo correctamente? ¿cómo sabré qué darle de comer en su crecimiento?

Esta situación se agrava si la mamá en cuestión no tiene dotes culinarias, no le gusta cocinar, no sabe hacerlo o nunca lo ha hecho y no porque eso las defina como buenas o malas madres, sino porque realmente es un agobio pensar en cocinar diario a un crío si no tienes ni la menor idea de cómo cocer una papa. Tengo amigas y conocidas que se metieron por primera vez a la cocina para preparar la primer papilla de su criatura.

Para bien o para mal, cada vez más tenemos menos los consejos de las abuelas que resolvían esta parte de acompañamiento a las recién estrenadas mamás. Para bien o para mal existen gerber y heinz que venden unas deliciosas papillas de frutas (las he probado) y también unas funcionales papillas saladas de carne con arroz y verduras (también las he probado).

Sin embargo, lo ideal es que los primeros alimentos de una criatura sean naturales, frescos y cocinados en casa, pero claro en esto de la maternidad las situaciones “ideales” son casi mito urbano en la mayoría de los casos, se hace lo que se puede con lo que se tiene.

El asunto es que esto de la alimentación de los críos y la preocupación que nos provoca es algo que, al parecer, nunca acaba. Porque con los chicos nada es lineal, por el contrario, su desarrollo está repleto de etapas que con suerte algunas duran meses, pero la mayoría son cosas de semanas. Tengo un hijo de casi siete años y aún no veo una etapa que le haya durado un año completo. Pues el tema de la comedera no es la excepción.

Algunas mamás tenemos mucha suerte de tener hijos que se comen todo lo que su santa madre les ofrecen, como es el caso de mi hijo mayor quien en sus primeros años abría la boca ni bien le acercaba la cucharita con alguna papilla sin sal, sin azúcar, mucho menos otro tipo de condimentos.

Pero hay otras mamás menos afortunadas que llegado el día de introducir “sólidos” al rededor de los seis meses, descubren que su hermosa criatura simplemente no es fan de la comida, como también fue mi caso con la segunda chamaquita.

No saben el shock que fue y cuánto me costó superar el hecho de que mi nena no quisiera comer nada más que la leche de mamá, aquí debo explicar que yo le comencé a dar comida a los ocho meses por instrucciones de la pediatra debido al antecedente de alergias alimentarias de su hermano mayor. Para mi fue realmente un gran reto superar el hecho de que la comida sólida no estaba en sus prioridades, lo pasé muy mal como un mes completo.

La idea de “es la hora de su comida” me estresaba al punto de sudar y suplicarle a la vida por favor “que esto sí le guste”. Entiendo que hay casos extremos en que de plano los bebés no abren la boca, la mía no llegaba a ese radicalismo, pero tampoco superaba las cuatro cucharadas de manzana rallada con la cuchara, la pera apenas dos cucharaditas. ¡Dios!

Pasamos a las verduras y de nuevo gulp, ahí sí no hubo manera simplemente las escupía y yo me ponía verde, no puedo con el tema de escupir la comida, realmente me pone muy malita de mis nervios. Un día, iba a preparar el postre preferido de mi hijo, pay de limón, tenía un paquete de galletas marías y le ofrecí una asumiendo que me la iba a mandar al suelo pero ¡oh sorpresa! la
niña se comió completa la galleta, por primera vez comía algo por completo.

Yo no sabía si reír o llorar, honestamente no me preocupó que comiera galleta antes del año, me enojó que prefiriera un alimento procesado, con azúcar y quiénsabe cuantos aditamentos más. Por supuesto me sentí la más irresponsable, la más fracasada de las madres. Por esos días mi suegra nos visitó y me preguntó si le dábamos sopa de pasta, mi cabeza me gritó “cómo se te ocurre darle eso a una bebé”, pero la verdad es que a esas alturas estaba dispuesta a intentarlo todo pues “seguramente eso tampoco le va a gustar”.

Fue un éxito a medias, porque mi suegra pensó que si escondíamos un poco de verdura en la sopa se las comería. La sopa le gustó, probó el primer bocado y hasta sonrío, pero cuando sintió un poco de calabaza en su boca, salió disparada en el instante mismo.

Así que bueno, mi hija comió durante dos o tres meses nada más que un par de trozos de manzana, galletas marías y sopa de pasta, preparada en casa con verdadero caldo de pollo “al menos para que tenga algo de proteína”. Casi al año decidí darle de probar arroz y lo logramos, le gustó, de nuevo sólo el arroz, nada de trocitos de zanahorias. Cuando me autorizaron darle pollo y carne, me sentí aliviada, la nena amplió ligeramente su menú y así nos la fuimos llevando.

La nena entró a la escuela unos meses después, al principio fue casi lo mismo, poco a poco fue integrando más alimentos y hace apenas un mes y medio (ahora tiene dos años y medio) que comenzaron a decirme que ya se comía todo, todo de dejar el plato limpio. Y hace apenas un mes logré que tomará jugos de frutas mezclados con verduras, no  los toma siempre, aún depende de su humor lo que come, aún hay días en que se come algo con gusto y una semana después dice que no le gusta.

Ayer asistí a un evento en el que, si bien esperaba tips concretos para preparar lunchs nutritivos o menús, nunca llegaron, lo cierto es que nos dieron datos importantes sobre la alimentación de los pequeños.

Lo primero que nos recomendaron es tener “el plato del buen comer” pegado en la puerta del refrigerador. Tranquis, no se me estresen, esta imagen nos ayuda a ubicar los grupos de alimentos y saber si estamos consumiendo todo lo necesario.




Si bien la idea sería comer de todos los grupos en cada comida, para los niños resulta muy difícil pues a veces las porciones son demasiadas para los chicos, así que otra cosa que nos dijeron es que el lunch puede servirnos como complemento del desayuno. Por ejemplo si nuestra criatura acepta leche y fruta antes de ir al cole, en el lunch se le puede agregar los cereales como avena, galletas integrales, o un sandwich de jamón. Para preescolares más grandes el sandwich puede ser de frijoles con queso y acompañar con zanahorias ralladas, o pepinos.

Otro dato importantísimo es que los niños deben tomar bastante agua, pues para funcionar, adecuadamente, el cerebro además de necesitar azúcar consume el 1% de agua en relación al peso de cada nene y muchas veces la fatiga y bajo rendimiento se deben a que los chicos están deshidratados. La nutrióloga recomendó mandar dos porciones de bebidas, una azucarada y otra sin sabor.

Debido a que los chicos están en una etapa de constante crecimiento y desarrollo, y que son muy activos, la especialista recomendó darles cinco comidas al día: desayuno, comida y cena, más el lunch a media mañana y la merienda a media tarde. Y entre estas cinco comidas tratar de cumplir con la cuota básica de grupos de alimentos del plato del buen comer.

El tema de la alimentación va ligado a la creatividad, y esto aplica para niños y adultos, pero en el caso de los críos es más importante porque así nos aseguramos de tener variedad y de que dejen de comer por aburrimiento.

Si la niña o el niño regresan con el lunch completo es súper importante que no lo regañen, mucho menos que apliquen el chantaje emocional de “con tanto cariño que te lo hizo mamá”, por favor. Aquí lo básico es preguntar, primero ¿por qué no se lo comió? puede ser porque se le fue todo el tiempo en jugar o porque se puso a platicar; segundo es muy útil preguntarle ¿qué le gusta comer? y así tratar de se más asertivos con los menús.


Cuando mi hija cumplió dos años y su alimentación era muy reducida, decidí no volver la comida en un tema entre nosotras, menos uno de lucha tipo “a ver quien se cansa primero”. En lo personal y a pesar de que soy muy aprehensiva con eso de que coman bien, he decidido que sin en la escuela se come todo, para la noche que pide salchicha se la doy y punto, sin culpas ni nada. Sé que al otro día va despertar pidiendo una barra de amaranto, un pedazo de manzana, un vaso de agua o yakult. Es una nena que se comen la granola como si fueran dulces y en cuanto al pollo y la carne no tiene problemas.


Así que mi consejo es que después de pasar saliva, respiren y se relajen, porque esto de alimentar chamacos va pa largo. ¡Gulp!

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