• Noches de colecho, noches de carnaval


Ninguna noche ha sido igual desde que soy mamá, todas y cada una han tenido dinámicas diferentes, incluso aquellas en las que sólo era #mamadeuno.

Cuando fui #mamadedos criaturas la cosa se puso más movida pero no me costó nada de trabajo acostumbrarme, sobretodo porque ahí fue cuando comencé a aplicar el colecho y realmente eso fue lo que hizo la diferencia, no tener que levantarme de la cama cada rato. Aunque sí lo hacía cuando el mayor llegaba a despertar para ir al baño y por alguna pesadilla.

Lo divertido llegó con la tercera criatura, ¡zas! Ahí supe lo que realmente era partirse en dos. La primer noche que la bebé despertó para la teta y al mismo tiempo la #Nenadetres pidió su leche nocturna, supe lo que venía en camino. Yo que nunca había despertado al papá para atender chamacos en la noche, lo hice y fue otro tema porque no es tan fácil que el hombre interrumpa su sueño.

Aunque me he esforzado, se los juro, por entrarle como profesional al tema de las rutinas para ir a la cama, simplemente no me sale, lo más que he logrado han sido tres o cuatro días de hacer "lo mismo, a la misma hora", pero los fines de semana son mi peor enemigo, todo se me descuadra!

Básicamente mis noches son una permanente coreografía, total y absolutamente improvisada. Es una danza entre una cama, una cuna, de nuevo mi cama y una cama individual en el cuarto de la cuna. Casi siempre regreso a mi cama porque en algún momento antes del amanecer la bebé reclama su teta.

Desde hace casi año y medio mi cuerpo no duerme ni tres horas continuas. Hace años aprendí a dormirme ni bien la cabeza tocara la almohada, ahora además de la danza de las camas, mis noches se han vuelto territorio de insomnio, un poco por las preocupaciones cotidianas, otro poco por los pendientes domésticos de cada día y, sobre todo, por aquellas decisiones transcendentales que debo tomar con respecto de cualquiera de mis tres criaturas.

Mis noches son así no por el colecho, quiero aclarar, sino porque tengo tres críos, dos aún son bebés, los tres tienen pesadillas cada tanto, los tres se enferman varias veces al año, las bebés aún toman leche por las noches. Si no practicara colecto, mis noches no serían muy diferente a mis días, no estaría quieta y me levantaría muchas más veces de las que ya lo hago.

No, no soy partícipe de la filosofía de dejar llorar a los nenes para que a prendan nada, si con esto quieren creer que consiento a mis hijxs, créanlo, es su derecho. La verdad es que si algo me queda claro es que, así como las mujeres no nos quedamos embarazadas para toda la vida, nuestras criaturas tampoco serán bebés eternamente. Ya crecerán, ya dejarán de necesitar “tanta” cercanía, llegará le día que reclamen su espacio como parte de un proceso natural de desarrollo óptimo emocional y no porque las reglas sociales así lo indiquen.

Soy de las afortunadas que puede vivir sin dormir tanto, tener sueño no es un problema para mi, es sólo una circunstancia que algún día cambiará. Atender a mis hijos por las noches no es un sacrificio ni una penitencia. Cuando decidí tener una segunda y luego una tercer criatura, sabía bien de qué iba el asunto, así que como dicen en tuiter #sinllorar que, esto, fue mi voluntad y decisión.

Lejos de ser un problema o una carga, el colecto facilita mis noches y me da el maravilloso privilegio de ver a mi bebé reírse dormida a mitad de la noche, momentos que son difíciles de entender para quienes no lo hayan vivido. Lo siento. Y por si fuera poco, es en esos momentos de insomnio en que he plegado muchos de los textos aquí publicados. Bastante productivas mis noches, ¿nocierto?

Tengo que terminar este post, porque ya va ser hora de la teta de la bebé, porque es casi la una de la mañana y porque aunque quisiera no hacerlo, dormir sigue siendo una necesidad básica para la sobrevivencia. 


A siete años de haber dejado de dormir a pierna suelta durante toda una noche, sólo puedo decir “Gracias colecho, por hacer de mi noches un carnaval”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario