• No es “mamitis” es necesidad de apego


A lo largo de su desarrollo los bebés van teniendo etapas de cambios, de ajustes y de madurez. Por ejemplo, en la lactancia se le conoce como crisis de crecimiento, cuando a los tres meses, viene un cambio en la producción, oferta y demanda de leche materna, este momento es característico porque es cuando algunas mamás creemos que nuestr@ bebé ya no quiere la teta pues ya no pasa tanto tiempo como antes pegado a ella, se despega con cualquier distracción como gritos, ruidos de la calle, la voz de otra persona, incluso la música.

En realidad es que todos los seres humanos tenemos ajustes a lo largo de nuestra vida, la diferencia con los críos es que ellos no se dan cuenta, no saben lo que pasa, sólo sucede, independientemente de que lo entienda o no

Conforme han ido pasando los años he aprendido a reconocer estos “momentos” en el crecimiento de mis criaturas, y aunque cada uno de mis críos sea diferente y hay tenido diferencias en cuándo o cómo se daban estas crisis, lo único que puedo decir es que todas y cada una de las veces son eventos complejos, intensos, que cansan.

Por lo general las mamás o los papás o quienes que están a cargo de la crianza no entienden cómo es que de pronto aquella encantadora criatura se ha vuelto en un pequeño energúmeno que llora, se contornea y grita como nunca se vida.


Yo por lo pronto tengo dos nenas con unas crisis de separación tremendas, por un lado Paula que apenas hace dos semanas cumplió los tres años, sí los mejor conocidos como “terribles tres”, aunque para mi eso comenzó a los dos años y aún no acaba, de unos días a la fecha la nena está muy sensible, todo el tiempo me pregunta “te enojaste” pero la señal más clara es que pide la cercanía física, al menos unas cinco o seis veces al día me dice ¿me abrazas mamá?

Por su parte, la bebé, también está pasando por un “momento” así, en este caso pareciera que sólo tiene mamitis, y no pretendo minimizar la importancia de que un bebé quiera estar sólo con su mamá, sin embargo en este caso no es sólo un deseo, se trata de una necesidad emocional de apego para sortear una etapa de maduración.

En este caso la señal es que, al igual que su hermana, pide la cercanía conmigo, claro que ella lo hace llorando o gritando cuando me alejo o me pierde de vista. Hace un mes podía andar por toda la casa mientras ella jugaba en una habitación o la sala, en cambio ahora no puede ver que me alejo porque se altera. Platicando con su maestra me entero de que sucede algo similar con ella en la escuela, necesita verla todo el tiempo e ir con ella a donde vaya, de lo contrario llora. Personas con las que antes se iba y saludaba ahora simplemente no gusta de su cercanía y lo hace patente.

Esta etapa pasará y quizás no vuelvan a ser como antes, más bien no, lo más probable es que cuando termine esta “crisis” sean diferentes, por lo pronto y aunque resulte agotador para mi, me queda claro que si cubro esa necesidad de apego ellas lograrán superarlo con mejores resultados que si sólo me limito a decir “tienen mamitis” o peor aún, negarles mi presencia, mis abrazos y mi apapchos. Hacerlo sería obligarlas a “entender”, a madurar, en algo que ni siquiera lo pueden racionalizar.


A estas alturas de mi maternidad estoy convencida de que todas las etapas pasan, que tienen un tiempo de vida y que si les damos el tiempo, el espacio y cubrimos esa necesidad, nuestros hijas e hijos alcanzarán con mayor éxito la madurez emocional que todo individuo necesita para ser feliz.

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