• Juegos de hoy


Mamá: ¿A qué juegas en el recreo con tus amigos, m’ijito?

Nene de cinco: Star Wars, las trais, mostros y sanman.

Mamá: ¿No juegan 1, 2, 3, calabaza?

Nene de cinco: ¿Quéeeeeeeeeeee? ¡Eso no es un juego, mamá! 1, 2, 3, calabaza, jajajajajajajaja.
Así las nuevas generaciones. De quemados, coleadas, cuerda de saltar o resorte ni hablamos, y es que ahora resulta que el recreo es el único momento del día de algunos niños, en el que realizan juegos de verdadera actividad física. Desde hace al menos un par de décadas, los chicos ya no salen a jugar a la calle con amigos o vecinos. Al menos a mí ya no me dejaban ni asomar las narices a la calle cuando fui niña.

La entrada –e incremento– de mujeres al mercado laboral, la inseguridad, la llegada de los videojuegos, los DVDs, las computadoras y los teléfonos inteligentes han hecho de nuestros hijos, niños y niñas sedentarios y ansiosos. Sin duda la alimentación es la base de una buena o mala salud, pero la actividad física es indispensable para estar sanos, y nuestros hijos prácticamente ya no se mueven.

Lo he visto en mi hijo de cinco y comienzo a ver el mismo patrón en mi hija de casi dos años. Cuando salimos al parque, vamos a una fiesta infantil e incluso en su escuela, tienen mucha actividad, acaban agotados, duermen de corrido toda la noche, o toman una siesta y despiertan de buen humor, piden de comer y se comen lo que les doy.

Cuando por diversas razones pasamos mucho tiempo en casa viendo pelis o el mayor juega algún inofensivo videojuego, la demanda de comida es proporcionalmente inversa a su actividad física. Es cosa de que pasen 20 o 30 minutos para que diga: “Mi pancita tiene hambre, mamá”, o que la nena me lleve de la mano a la cocina y pida galletas, leche o cereal.

Los chicos de hoy ya no corren, ya no sudan, ya no se cansan y tampoco usan su imaginación inventando juegos nuevos o buscando la mejor manera para zafarse en los quemados o elegir los lugares ideales para no ser encontrados durante las escondidillas.

No es sólo la pasividad de los videojuegos o las pelis, es también el encierro, ya sea en casa o en las oficinas de sus mamás y papás, lo que provoca que nuestros hij@s sean más ansiosos, más malhumorados, incluso más berrinchudos, y que siempre estén sobre estimulados.

Las consecuencias de lo anterior se traducen en un preocupante problema: México ocupa ya el primer lugar a nivel mundial en obesidad infantil, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2012, en la que se reportó que uno de cada tres niños, entre cinco y 11 años, padece este mal. Del total de pequeños mexicanos, 19.8% presentan sobrepeso y 14.6% obesidad.

Tengo claro que el tema de la alimentación es la clave en esta terrible condición, pero la no actividad física y la permanente ansiedad contribuyen de manera fatal a tener niñ@s con problemas de salud más propios de los adultos, como el sobrepeso y la diabetes.

México se ha vuelto un lugar de temor, de inseguridad. Un lugar donde siquiera pensar en dejar que mis hijos salgan a correr a la calle con niños desconocidos –y hasta con conocidos– ya no es una opción, pero también se ha convertido un país donde cada vez hay más niños enfermos física y emocionalmente, por tener que vivir confinados en cuatro paredes.


De los carritos, el resorte, la cuerda de saltar, la cola del burro y los quemados ya no queda nada.

( http://www.diariosentacones.com/pam/la-infancia-convertida-en-calabaza/ )

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