• La niña fresa


Luego de darle veinte mil vueltas al asunto, llegué a la conclusión de que soy muy ñoña, fresa y medio conservadora. Resulta que no encuentro en mi memoria una sola travesura, ni de esas inocentes que se hacen en la primera infancia ni de las ya nada inocentes de la adolescencia.

No soy aburrida, me gusta la fiesta, me encanta bailar, adoro la música y río carcajadas (creo que esto ya se los dije), he hecho cuanto he querido y la verdad es que pocas, poquísimas veces me he quedado con ganas de algo. También he cometido muchas pendejadas, muchas, de todo tipo, pero travesuras, nop.

Hurgando en mi memoria me encontré con que siempre fui muy obediente, sí esa palabra que ahora me parece horrible, era una característica muy mía. De hecho recuerdo como si fuera ayer, los dichos de abuel@s, tí@s y conocidos del tipo: “Pamelita es tan obediente”.

Y pues resulta que sí, jamás me salí del guacal, nunca rompí un castigo, jamás apliqué el: “Más vale pedir perdón que pedir permiso”. Incluso cuando mis papás no estaban hacía todo lo que se esperaba de mí. Cuando empecé a fumar, lo hice delante de mi mamá a los 17 años, misma edad en que ya no vivía con ella, me había ido a vivir con un novio. Nunca he sido fanática de beber hasta perder la razón, lo hice alguna vez y ya bastante mayorcita, pasados los 25, en cuanto a drogas, legales e ilegales jamás he probado alguna, porque no me dan ganas, así de simple.

Tuve unos padres raros, no eran los típicos que pegan o imponen castigos severos. Tampoco eran de los que regañan en público y humillan a sus hij@s. Pero digamos que sí se les daba lo histriónico, o sea, gritaban, manoteaban y siempre cumplían sus advertencias.

Lo confieso, era temerosa y nunca rompía las reglas. A veces pienso que lo sigo siendo.
Ahora como mamá, tengo hijos muy divertidos pero no traviesos. Si acaso mi hija la grande es muy inquieta y a lo más que ha llegado es a pintar un sillón de la sala y el piso, cosa que no me parece travesura porque sólo lo ha hecho un par de veces, frente a nosotros y por falta de hojas.

El mayor de mis hijos es un chico muy inquieto y parlanchín pero nunca ha hecho travesuras, ninguna que yo recuerde. Se le conceden muchas cosas de las que pide, siempre que se puede. Cuando no, se le explica, a veces lo toma con filosofía y lo acepta, a veces llora y dice enojado: “No es justo”, pero de ahí no pasa.

Habrá que esperar a ver cómo es la más pequeña de mis tres criaturas, espero que sea parecida a sus hermanos, pues la verdad es que me da terror lidiar con niñ@s travies@s.


Creo que la palabra que más aplica para mí es atrevida, si me han leído sabrán que me he lanzado al vacío más de una vez, pero de travesuras nada.


(Este post se publicó originalmente en http://www.diariosentacones.com/pam/la-nina-fresa/ )

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