• Lo cotidiano



Yo soy de esas personas que necesitan fuegos artificiales, mariposas en el estómago y la adrenalina corriendo por las venas para sentirse “realmente” motivada, entusiasmada, eufórica, vivir en la cresta.

Pero desde que me dedico a ser mamá el 99 por ciento de mi tiempo, he aprendido a apreciar los detalles diarios, la rutinas matutinas, las tardes de mucha actividad fuera de casa, las tardes de no salir de casa, los fines de semana sin plan, en resumen: apreciar lo cotidiano.

Porque es en lo cotidiano, en aquello que sucede cada minuto todos los días en lo que se nos va la vida y a veces no le damos ese valor, en espera de los grandes momentos y de los eventos extraordinarios.

Un buen día me di cuenta de que pasaba mucho tiempo buscando "algo qué hacer" o pensando en "proyectos para iniciar" o navegando en las redes para estar al día de "lo importante". Y que en esa búsqueda que más bien parece carrera me estaba perdiendo de momentos únicos que suceden sólo una vez en la vida y que encima vivía en un constante estrés por sentir y demostrar que estaba "haciendo algo", como si cuidar de mis hijos, jugar con ellos en el baño, correr por toda la casa como monstruo, tirarme al piso, hacer pasteles de plastilina o preparar la cena que más les gusta fuera hacer nada.

Llevo tiempo pensando cuánto hemos desvalorizado la crianza y el cuidado de los hijos en pro de un discurso "libertario" o para no parecer anticuadas y ¡mucho menos conservadoras! Y en ese discurso de ser lo que se espera de nosotras mujeres/madres/trabajadoras/amiga/hija/esposa y todo de buena gana, se nos ha olvidado que hay unas personas que en los primeros días, semanas, meses y años de su vida dependen enteramente de quienes las trajeron al mundo (entiéndase madre y padre) y que aunque hay quienes nos pueden ayudar con esta misión, es nuestra responsabilidad estar a cargo.

La crianza es una labor o más bien, una misión muy intensa que requiere de todos nuestros sentidos y toda nuestra energía, pero también necesita de nuestra calma, de nuestra capacidad de observar, de detenernos a pensar y a veces la cotidianidad es tan avasalladora que no nos damos esa oportunidad, vamos por la vida corriendo sin concederle un minuto a la reflexión.

Para mi lo cotidiano es más que bañar niños, secarlos, ponerles la pijama y acostarlos. Para mi la crianza de mis hijos tiene que ver con la posibilidad de descubrir sus habilidades, de saber aquello que les va asustar y lo que les va a sorprender, es poner todos mis sentidos a escuchar sus carcajadas y a sentir sus abrazos y sus besos en mi piel. 

Lo cotidiano es verlos jugar a los tres una misma cosa a pesar de la diferencia de edades. Lo cotidiano es ver cómo van construyendo ese vínculo de hermandad cada día un poquito, cada día con un abrazo, cada con una pelea, cada día con compartir el juguete más preciado, cada día comiendo uno del plato de la otra.

Mis hijas e hijo me han dado la maravillosa oportunidad de saber que los seres humanos tenemos un potencial infinito de posibilidades, prácticamente desde que nacemos, y que sólo se necesita un poco calma y observación para ir conociendo ese potencial.

Apenas ayer, la más pequeña de mis hijas que tiene un año tres meses, me dejó con la boca abierta cuando después de pelar sola un plátano, llevó la cáscara a la basura, en cualquier otro momento me hubiera parado para ir a destapar el bote de basura mientras revisaba un mail, o el whatsapp o instagram, pero me quedé sentada en la mesa observando la escena, la pirinola caminó hasta el final de la cocina, al ver que la tapa le impedía tirar lo que traía en la mano, puso la cáscara en el piso, con esa misma mano quitó la tapa del bote y lo puso en el suelo, tomó la cáscara de nuevo, la tiro dentro de la basura y se agachó por cuarta vez para tomar la tapa y cerrar el bote de la basura, todo en menos de un minuto y con el plátano en la mano derecha como asidero.Dio la media vuelta y regresó a la sala a convivir con sus hermanos.

Si me hubiera parado a resolverle la necesidad de tirar la basura y seguir con mis actividades rutinarias, jamás me hubiera enterado de que una bebé de menos de año y medio puede tirar la basura y tapar un bote con la mano izquierda de manera perfecta. 

Tal vez esto sea lo “normal”, pero para mi fue sorprendente descubrir a mi bebé resolviendo una necesidad sin instrucciones previas ni dirijida por nadie, sobre todo porque mis hij@s anteriores nunca hicieron algo parecido, claro han hecho otras cosas que me dejan igual, con la boca abierta.

No es así de perfecto todo el tiempo, no es así de sorprendente las 24 horas, es agotador, es retador y nunca acaba la montaña rusa, pero no se me ocurre que otra cosa sería más divertida, intensa y con muchas satisfacciones como mi día a día con los tres críos que decidí tener.

Llevo siete años en la cotidianidad de la maternidad, en los últimos tres se han sumado dos hijas a esta labor, hoy lo cotidiano llena de alegría mis días, prende fuegos pirotécnicos con sus sonrisas y sus triunfos y llena de mariposas mi estómago con sus abrazos y besos. Vivir en la cresta es llegar a la hora de dormir sin dramas, sin llantos, con sonrisas y buenas noches.


Disfrutar lo cotidiano es coleccionar los momentos que no aparecerán en ningún álbum fotográfico, en ningún diario, en ninguna red social, pero que construyen la historia de nuestra vida.


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