• Siete años de ser mamá



Esta semana estoy de fiesta. El lunes cumplí siete años de ser mamá y esto de la maternidad no se parece en nada que haya vivido antes, ni en intensidad, ni en emociones, ni en alegría, pero tampoco en cansancio, estrés y agobios.

Ser mamá es realmente algo muy intenso y al mismo tiempo tan volátil porque de un susto tremendo puedes pasar al momento más tierno y así nos vamos en un tobogán de emociones permanente, cada minuto, cada día. Dicen las que llevan un poco más de tiempo en la maternidad que esto de las emociones nunca acaba.

Los primeros años con un sólo hijo no me parecieron tan complejos, por el contrario, cuando era mamá de uno sentía que la maternidad era más fácil de lo que decían, de hecho podría decir que lo complejo ha ido en aumento conforme ha ido creciendo, los retos mayores con mi niño han sido en os últimos años, cuando dejó de estar en la burbuja de los brazos de mamá, cuando comenzaron los vínculos fuera del circulo familiar, cuando se enfrentó a sus iguales pero diferentes, o sea los compañeros y compañeras de la escuela.

También al principio sentía que yo no había cambiado, que era la misma Pamela de siempre, pero no, después de siete años de haber entrado al mundo de la maternidad y ya con tres criaturas me doy cuenta de que he cambiado muchísimo, incluso a veces sí me siento completamente diferente a la que era hace diez años, por lo menos.

Lo tengo que decir, la maternidad me ha hecho ser más segura, no siempre por la buenas, pues si bien antes de tener hijo era una persona muy insegura, dudaba de todo lo que hacía, lo que decía y hasta de lo que quería; además me costaba mucho, muchísimo trabajo decir que no, así fueran las cosas más sencillas o incluso las que más me molestaban, siempre acaba por cumplir los deseos de otros.

Aunque en lo personal dude de mi labor como mamá o de tal cual o situación, también es cierto que ante el mundo he aprendido a defender mis decisiones maternales, desde la escuela hasta temas como la lactancia, el colecho y el parto natural.

Otra de las grandes lecciones es la flexibilidad, pues con criaturas pequeñas la rigidez sólo provoca enojos, frustración y desesperación, si las mamás no aprendemos a ser flexibles sufrimos mucho. La flexibilidad pasa también por dejar de querer tener el control de todo, todo el tiempo. Hay quienes me dicen que sí pueden, porque su historia familiar dice que sí se puede. Tal vez crean que lo están logrando, sin embargo,me pregunto cuánta bilis, cuánto estrés, cuántos enojos conlleva tener el control. 

Yo me preguntaría ¿cómo andan de gastritis, alimentación, la ansiedad, caída de cabello, problemas con la presión, dermatitis, etcétera? Tener el control de todo o querer tenerlo implica cantidades enormes de estrés que de una u otra forma el cuerpo manifiesta, al menos eso dicen las cientos pruebas científicas que se han hecho sobre el tema.

La tercera clave para tener una maternidad feliz y medianamente relajada es ubicar las prioridades, lo que es verdaderamente grave, lo que urgente y lo que tiene arreglo o solución, por ejemplo el tema de los accidentes es algo que parece menor, pero que en realidad es una de esas cosas de la cotidianidad que a las mamás y a los papás nos pueden volver locas.

Un vaso de agua derramado, ya sea sobre el piso o peor aún sobre la ropa o un mueble y entonces nos ponemos muy malitos de nuestra paciencia y tolerancia. No es que me guste ir por la calle con la ropa sucia o tener lo muebles sucios, pero de eso a pensar que lo hicieron para a hacerme enojar, o pensar que me ensució el pantalón porque no se fijó. Bueno, les tengo noticias, los niños no se fijan en nada que no sea de su interés. Vamos ¿de verdad a ustedes no se les ha caído un jugo de naranja por ir a prisas? ¿Nunca han tirado una taza de café en la mesa por pararse rápido? Conozco gente que tiene accidentes de este tipo todos los días y más de una vez, porque entonces explotar o enojarnos con las niñas y niños cuando lo hacen, ¿por qué con ellos somos tan exigentes en las mismas cosas que con nosotras somos tan indulgentes?

Claro que hay veces que después de barrer por quinta vez y alguna de mis hijas o mi hijo tiran el cereal me dan ganas de pegar de irme al cine y dejarlo todo. En el caso de mi hijo con sus siete años recién cumplidos le puedo pedir que barra y lo hace con gusto, hay veces que con las niñas de plano me espero a que se duerman y en la noche paso la escoba.

Sí, ser mamá/papá es agotador, no importa si tienes uno, dos o tres críos, las emociones cansas, a veces más que lo físico y como en esta sociedad no nos enseñas a trabajar inteligentemente con nuestras emociones, la mayoría de las veces aprendemos sobre la marcha ya cuando nos equivocamos.

Con todo esto a cuestas, ser mamá es algo que aunque pudiera no cambiaría, me gusta esto de formar personas, me gusta poder ver el proceso de crecimiento, me encantan los besos y abrazos de mi hijo, disfruto enormemente nuestras charlas sobre la vida, sobre el mundo, sus planes, sus sueños, sus deseos. 

Ahora que tiene siete años se ha vuelto un gran compañero, ver el mundo a través de sus ojos es un regalo de la vida que quiero atesorar por siempre, porque es una mirada limpia, ingenua pero con dudas. Esa mirada que me recuerda que yo también fui niña, que también tuve dudas y miedos. Pero lo que más me gusta es ese entusiasmos a prueba de todo, esa idea de que todo futuro será mejor y que él será el protagonista de ese feliz futuro.


Siete años de aprendizaje, siete años de ir siendo otra, siete años de sentirme bien con lo que soy, siete años de ser mamá de mi maravilloso hijo. Gracias



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