Se acabaron las vacaciones, bueno al menos para los niños. EL regreso a clases está ya a la vuelta de la esquina y las mamás en los últimos preparativos escolares, pero sobre todo están tratando de “acostumbrar” a los nenes de nuevo a los horarios necesarios para que no sea tan pesado la entrada a la escuela o la guardería.
En mi corto tiempo como mamá, he aprendido a que los niños se adaptan más fácilmente a los cambios que los adultos y que en muchos casos, es el estrés materna o paternal o ambos lo que pone a las niñas y niños nerviosos, ansiosos o chipiles.
Mañanas tranquilas
Suena como imposible eso de tener mañanas tranquilas, pero es posible y todo depende de la actitud, en este caso de mamá y papá. Yo sé que el mundo de los adultos está lleno de estrés, prisas, agobios, pendientes e incluso malestares físicos, pero la verdad es que nuestros hijos e hijas no deben pagar esas facturas, ellas y ellos están, por el contrario, llenos alegría, entusiasmo, buena vibra y con ganas de comerse al mundo cada día.
Ya llegará el momento de su adultez y entones les tocará esa parte o quizás no, pero habría que darles la oportunidad de vivir su infancia lo más limpia y tranquila posible, ya aprenderán que hay correr, salir a pelearse con millones de conductores, lidiar con la vida diaria, pues.
Por lo general mis mañanas son tranquilas casi todas, aunque todas tienen en algún punto un momento no agradable, y claro que hay días en que mi hija Paula despierta de malitas. Sin embargo, es ahí cuando entra la capacidad de tolerancia, es en los malos ratos de nuestras hijas e hijos donde debemos poner en practica el discurso de la paciencia.
Hay días en que se despiertan solit@s, l@s tres, pero hay días en que yo debo ir a despertar a las niñas, porque mi hijo siempre se levanta solo, temprano, de buen humor y con mucha hambre, pero esa es otra historia. Entonces, casi siempre despierto primero a Paula, ya sé que primero pide su leche, así que voy preparada, si está de buenas hay besos, abrazos, palabras dulces de ambas y sonrisas, si no está de humor, entonces pide la leche y la que da besos y abrazos soy yo.
Una vez pasado ese momento inicial como de tres minutos, comienza la quitada de pijama, la vestida, nunca es igual, a veces es en su cama y sale ya a la sala vestida y con zapatos, a veces todo el numerito es mi cama viendo una caricatura, de esta manera logró que su atención se ponga en la tele y así yo tengo lista a la niña en menos de tres minutos y a veces hasta peinada.
Sí, mi rutina matutina va en función del ánimo, porque para mi es preferible 15 minutos de una caricatura con monitos que hablan de sumas, restas y colores como UmmiZummi que una pelea monumental de media hora porque la niña no se quiere vestir.
Luego me sigo con la bebé, que para esas alturas ya despertó gracias a las voces de su hermana y hermano, y como verlos la pone feliz, aguanta el tiempo justo en que visto a su hermana, sigo con ella que es mucho más rápido aún y listo, la pongo en el piso y comienza a correr por toda la casa.
En todo este tiempo repito algo así como 20 veces “Mat ya vístete”, “Ya te pusiste el pantalón, ahora los calcetines”, “Mat la playera, porfavor”, “Mat tus hermanas ya están listas y te falta el suéter”. Pero bueno, el chamaquito se viste solo, se lava los dientes solo, ya hasta se sirve el cereral solito, y digo, algo tendríamos que hacer las mamás, de lo contrario tendríamos robotitos haciendo todo al pie de la letra.
Pocas veces digo “apúrate”, prefiero decir “chicas y chico ya tenemos que irnos” o “échenle ganitas, que ya tenemos el tiempo justo y si nos agarra tráfico no llegamos a tiempo”, procuro no endilgarles el retraso porque al final si no llegan a la hora precisa, no es su culpa, todavía. Procuro no salir corriendo, y a veces es imposible porque los dos grandes salen caminando y a Paula le gusta bajar las escaleras sola, lo cual nos lleva unos minutos más. Así que salimos caminando los cinco, platicando y con relativa calma, no es que vayamos de paseo tampoco.
Y sí, a veces se nos ha hecho tarde y cuando veo el reloj y veo que ya vamos tarde, menos corro y menos me enojo con ell@s, si ya vamos a llegar tarde no le veo el menor sentido alterarme y gritar, igual ya es tarde e insisto no es su responsabilidad, así haya sido porque tiraron un vaso de leche y tuvimos que detenernos a limpiar, seamos realistas, ¿cuánto tiempo lleva limpiar un vaso de leche? ¿un minuto, tres minutos? si vamos tarde seguro no es por esos tres minutos.
Cuestión de actitud
Así que mi recomendación es no alterarse y procurar mantener una buena actitud antes de salir de casa, conozco personas que son puntuales pero desde que abren el ojo sienten que ya van tarde a todos lados y eso se lo transmitimos a los niños y niñas. Yo no me tomo las cosas con calma en las mañanas, y desde que salgo de la cama no paro, hago una cosa tras otra, para una niña, para la otra o para mi hijo o para mi, es decir, hay veces que sí camino más aprisa, que trato de agarrar todos los suéteres al mismo tiempo, o sacar los zapatos de las niñas con la misma mano, el tema es no dejar que esa hacer sin parar me gane y entonces lanzar gritos y apurar a los críos para luego llegar diez minutos antes, con ocho peleas previas.
Porque no sólo las mamás y papás tienen que llegar a trabajar y lidiar con mil personas y pendientes, nuestras hijas e hijos también llegan chambear a la escuela, a estresarse con lo que no entienden, a cumplir en tiempo y forma la entrega de los ejercicios y claro, a estar de buenas porque si tienen un mal día y le pegan al compañerito o algo parecido, seguro lo castigarán y habrá reporte para casa. ¿Han pensado en eso?
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