• Silencio, niñ@s pensando





Hace tiempo, mucho tiempo, muchos años, muchas décadas, incluso siglos, la contemplación era, además de una actividad de alto valor intelectual, una actividad constante entre las personas. Hoy, a la contemplación se le llama ocio y es una de las cosas más negativamente valoradas, peor aún, se descalifica y etiqueta de la peor manera a quienes se bajan del tren de locura en que se ha vuelto nuestra vida.

Si los adultos hemos perdido ese hábito, el caso de las niñas y niños es, realmente, triste, ya no les damos chance de nada que se parezca a “perder el tiempo”, porque siempre tenemos que estar haciendo algo, y más grave todavía, siempre vamos corriendo, nunca tenemos tiempo de nada, ¡mucho menos de perderlo!

Prácticamente todas y todos sabemos que la ley de la gravedad fue descubierta gracias a una manzana que cayó de un árbol en el momento justo en que Isaac Newton descansaba bajo dicho manzano y contemplaba el horizonte. Igualmente sucedió con muchas de las teorías de lo grandes descubridores como Galielo Galilei, o Charles Darwin quién, básicamente, observaba y anotaba lo que había estado viendo, luego sacaba sus conclusiones y gracias a eso tenemos una explicación sobre la evolución de las especies en el mundo. ¿Qué tal?

En cambio ahora, no podemos ver a una criatura contemplando el cielo, el horizonte, el piso o a través de la ventana porque nos sale un buen grito pelado de “ponte a hacer algo” o “deja de babosear y ven a ayudarme” ¿Estoy mal?

La semana pasada, justamente, me fui con mi hijo mayor al Museo de Historia Nacional de la Ciudad de México, un poco porque él moría de ganas de ir y otro poco porque es parte de nuestro plan de trabajo dentro del HomeSchooling, Escuela en Casa, ir a un museo una vez a la semana. 

Para mi sorpresa, en cuanto entramos a la sala de los dinosaurios, la vida en el agua y todo eso el chamaquito comenzó a explicar, con sus palabras, más menos lo mismo que decía en las fichas sobre las glaciaciones, los animales que existieron en tal o cual época, qué tipos de seres existieron antes de los dinosaurios, cuáles después, y así como hilo de media, iba el escuincle hable y hable. Terminamos esa sala y nos fuimos a la de la vida en la tierra, los grandes mamíferos y la evolución humana. Pronto reconoció el niño de siete años, la diferencia entre los primates, los homínidos, y el cro-magnon. La boca seguía sin pararle un minuto.

Después de un par de horas, por fin decidimos irnos y para llegar a una avenida que nos trajera de vuelta a casa, caminamos varios minutos, solos él y yo, por el bosque de chapultepec, como era entre semana, no había un alma varios kilómetros a la redonda y en algún punto me di cuenta de que el parlanchín de mi hijo venía caminando en absoluto silencio, con pasos pausados y mirando hacia los árboles. En otro momento le habría dicho “apúrate y camina adelante de mi”, decidí quedarme callada y sólo miraba por encima de mi hombro cada cinco pasos.

Fue hasta que llegamos a la avenida más cercana que le pedí que me diera la mano para cruzar, él siguió en silencio y ya cuando estábamos cruzando me preguntó si llegando podía ver una “película” sobre los dinosaurios, luego me abrazó y me dijo “gracias por traerme a este lugar increíble mamá, ha sido un gran día”.

Aún no sé en qué estuvo pensando todo esos pasos en silencio, no me he atrevido a preguntarle qué cruzaba por su cabeza, pero conozco a mi muchacho y sé que todo eso que vio y que de alguna manera ya conocía gracias a libros, documentales, películas, revistas e historias contadas por maestras y familiares, de pronto en un segundo le hizo click, le hizo sentido y, estoy casi segura, que de manera natural acabo por incorporar todo el conocimiento en algo concreto.

Y es que así pasa cuando le damos espacio al ocio, a la contemplación, o a la reflexión, ¿no les ha pasado a ustedes que tienen una disyuntiva o una decisión importante qué tomar y nomás no hallan la respuesta, pero de pronto en una pausa, en un momento que se quedan viendo algo o sentados esperando a entrar a una cita, o un momento en que no están haciendo algo, pum, encuentran la respuesta? Exacto, a todas y todos nos pasa. Lo mismo sucede con los niños y niñas, es más diría que sucede más, porque tienen más preguntas, más dudas, más mundo por descubrir, más universos por contemplar. 

Hoy estoy convencida de que es indispensable darles a nuestras criaturas momentos y tiempos de ocio, puede ser una caminata en silencio, o sentarnos juntos en una banca a mirar el cielo, o simplemente no interrumpir esos momentos mágicos en que su mirada está muy lejos de nosotras. Basta con dejarles pensar cuando los descubramos haciendo nada.


Son minutos, momentos mágicos, en los que en un segundo todo puede cobrar sentido para ellas y ellos. Silencio, niñ@s pensando.

2 comentarios:

  1. Muy buena nota, a mi hija le pasa igual, de repente puede estar sin hacer otra cosa que contemplar el infinito, y eso le pasa desde Bebe, mi marido y yo a forma de broma deciamos, dejala esta meditando, sin embargo mas en serio creemos que si lo hace, o medita o solo disfruta el silencio, pero esos momentos se que son parte de ella solamente, son su espacio, su tiempo... solo ella.

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  2. Los niños son más sabios de lo que aparentan, por eso debemos estar al pendiente de sus frases, comentarios, análisis y experiencias de vida. Que placer coincidir con tu hijo mayor en las visitas a los museos, nuestro niño grande se vuelven el mejor amigo y más grande fan, el amor es infinito y nos lo demuestran en las cosas mas sencillas hasta con frases extraordinarias que se quedan en nuestro corazón. Abrazo.

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