• ¿Por qué no he vuelto a trabajar?


No dejo de darle vueltas al asunto de ser “mamá trabajadora”, o sea salir de casa para realizar una labor específica y recibir dinero por la misma. Además de todas mis razones para concentrarme en la crianza y darle el valor que merecen mis criaturas, he llegado a varias conclusiones.

La primera es que tener un trabajo remunerado fuera de casa tiene implicaciones que van más allá de sólo “salir de casa”, pues ser mujeres modernas implica salir impecables de casa, con todo en su lugar y bien planchadito, para lograr esto, es necesaria una producción de, al menos, una hora, pero si en la ecuación incluimos niños pues se podría hasta duplicar este tiempo.

La segunda, es que no importa si el trabajo es en oficina, en la calle, si es de medio tiempo, tiempo completo o combinado, las labores de crianza siguen estando a cargo de las mamás. Sí, ya hay papás que “ayudan” (ese concepto solo de decirlo me altera) con las “cosas de los niños” y así, pero seamos honestas y honestos, a las primeras que llaman de las escuelas cuando hay criaturas enfermas es a las mamás, a todas, a las que están en casa y también a las que están fuera.

Las mujeres hemos avanzados mucho en el tema de derechos, obligaciones, etcétera y sí, hay una generación de papás con una visión muy diferente del mundo, la familia, la crianza, pero como sociedad aún se siguen reproduciendo los mismos esquemas de hace medio siglo.

Veamos, si yo regresara mañana a trabajar ¿quién le diría a la asistente doméstica qué hacer de comer cada día? ¿quién estaría al pendiente de que los uniformes estén limpios, planchados y colgados una noche antes? ¿quién estaría al pendiente de si ya trajeron el agua, si hay leche para el día siguiente, qué fruta comprar para las colaciones? ¿quién tendría que trabajar medio tiempo para que los niños pudieran seguir con sus clases extra escolares por las tardes? ¿quién estaría pendiente de que hay que pasar por la papelería para comprar algún material para las tareas? ¿si la asistente doméstica decide irse, quién tendría que entrevistar y supervisar a la nueva persona, indicarle dónde están los objetos de limpieza, dónde va la ropa de la bebé, dónde la de la nena de tres?


Correcto. Sí yo decidiera volver al mercado laboral, (porque eso es lo que es) básicamente tendría que hacer dos labores, casi, al mismo tiempo, aunque sólo por una recibiría un pago. Porque por más progres y vanguardistas que seamos, no conozco aún (dicen que sí los hay) a ningún papá que pida permiso de último momento para ir por su hij@ a la escuela porque tiene fiebre y es necesario llevarlo al doctor y luego quedarse en casa a cuidarle.

Seamos honest@s además de una ceja levantada la respuesta que recibiría de su superior sería:

¿y por qué no va tu mujer? ¿no puede ir su mamá?
Señor, ella está trabajando
Tú también tienes que trabajar.

Más o menos sería así la conversación, porque se ha perpetuado la idea de que la crianza es cosa de mujeres, que tienen un instinto para eso, que es su naturaleza. ¡No señores! lo hacemos tan bien porque son cosas que hacemos todos los días muchas veces y al acabo de un tiempo nos “profesionalizamos” como cualquier ser humanos haciendo la misma actividad por mucho tiempo.

No se trata de naturaleza ni de géneros, se trata de que aprendemos a leer a nuestros hijos porque pasamos muchas más horas con ellos que ninguna otra persona. Porque somos las que establecemos rutinas. En este punto, sí conozco papás que son quienes pasan más tiempos con sus críos y por tanto les “conocen” más. Se llama convivencia.

Si yo decidiera volver a trabajar, tendría que hacerle como mi amiga que se supone tiene un trabajo de medio tiempo, aunque hace homeoffice cada tarde entre el baño de un niño, la clase de pintura del otro y la cena de ambos. O como mi amiga que lleva a sus nenes al pediatra a las 7-8 de la noche cuando logra salir temprano. Porque si trabajara, entonces tendría a los tres críos en escuela, eso implica, tres niños enfermos cada dos o tres meses, (con mucha suerte) a veces serían los tres al mismo tiempo ,a veces primero uno, luego la otra y luego la otra.

De los últimos viernes de cada mes ni hablamos, seguro tendría que faltar, pedir un día a cuenta de vacaciones, porque no, llevar a los tres a la oficina no es una opción y la abuela que nos ayuda trabaja por las mañanas. Además tendría que aguantar las miradas, cuchicheos, grillas u golpes bajos de compañeras y compañeros que creen que salir corriendo en horas de trabajo por una criatura enferma, que quedarse en casa a trabajar porque no llegó la nana o por enfermedad infantil, que los permisos de lactancia y cuidados maternos son un privilegio. ¡Me doy!

Así que cuando pienso en “volver a trabajar” para “sentirme realizada” sólo pienso cuánto más estrés le agregaría a mi día-día para rendir bien y bonito en ambas pistas y por supuesto todo con una sonrisa, de buenas y nada de quejas.

Y la verdad es que de pensar que voy a cumplir con dos jornadas de trabajo y sólo por una recibiría una gratificación económica, me pongo malita de mis nervios. No, no estoy diciendo que a las mamás nos deban pagar por cuidar de nuestros hijos (aunque en muchos países el Estado da un financiamiento para que las mamás puedan pasar más tiempo con sus hijos pequeños y vivir bien, porque lo ven como un ganar-ganar), lo que sí estaría bien sería comenzar a reconocer socialmente que nuestra labor representa una ganancia familiar y cultural, que es una inversión social y que, de muchas manera, genera un bienestar para todas y todos.


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